© Pedro Lara y Malo
laraymalo@hotmail.com
Como casi todos, durante los últimos días he recibido las clásicas felicitaciones de Año Nuevo por parte de familiares y amigos. Entre ellos, sin embargo, hay quien además ha aprovechado la ocasión para interrogarme acerca de mis pronósticos para el 2007, y en especial acerca de cuestiones que, si yo pudiera responder, me convertirían automáticamente en el Pitoniso del Año.
Entre muchas otras, las principales preguntas eran que si le daríamos verdadera batalla al narcotráfico, que si Ebrard afrontaría de buena manera las divisiones al interior de su Partido o, con loable preocupación ecologista, que si nos quedaríamos de una vez por todas sin el Río Magdalena.
En realidad, pocas cosas hay que resulten tan difíciles como las predicciones, y para ello creo que existen verdaderos 'especialistas'. Esto equivale a decir, según parece, que nadie tiene ni la más remota idea de lo que nos depara este año; pues, al fin y al cabo, vivimos en un país donde ya de por sí resulta difícil conocer el presente.
En ese aspecto, es muy probable que sea yo una auténtica bestia de la incredulidad, pero me siento profundamente escéptico ante cualquier adivinador barbudo o brujilda súper poderosa que se diga capaz de predecir el futuro, sobre todo si éste consiste en un inmenso montón de babosadas.
En todo caso, lo anterior tan sólo me sitúa lejos de las grandes mayorías de este país, cosa que resulta más que evidente a la hora de tener que tragarse, entre churro y culebrón, anuncios televisivos que casi lo levantan a uno del sillón; o, en su defecto, nos producen una rara comezón a la altura del cogote: signo inequívoco de que alguien nos está tomando el pelo, mientras, delicadamente, nos birla la cartera.
Y es que, precisamente al comienzo de cada año, ese extraño fenómeno de la orfandad del porvenir se dispara, al grado de crear una especie de psicosis que se aprovecha masivamente a través de la televisión o incluso la Internet. Y aunque está claro que cada uno se hace el tonto como puede, no por ello debemos negar el poder de influencia que dichos medios ejercen sobre la respetable perrada.
Antaño, por ejemplo, el supuesto conocimiento del futuro se debía más a la práctica discreta de ciertas variantes de la magia, entre las cuales se hallaban algunas de inspiración vernácula (tal es el caso de nuestros chamanes) y otras importadas de lugares remotos.
Hoy, sin embargo, resulta cada vez más común ver a personajes tipo Amira, Madame Sazú o Walter Mercado, haciendo alharaca de lo que ocurrirá en la vida de los políticos o los artistas, mientras lucen auténticos disfraces de carnaval, los cuales parece que aseguran la infalibilidad de sus 'poderes psíquicos': "Si sé lo que les va a ocurrir a los famosos este año, imagínate a ti, que no eres más que un simple tlaconete aplastado... ¡Llama ahora!".
Si bien la televisión ha servido siempre para disecar neuronas, también juega un papel muy importante como proveedor de ilusiones, ofreciendo al espectador la fantasía pura de todas aquellas cosas que no tiene, pero que irremisiblemente anhela.
Así, no es que un chamán o un astrólogo del siglo XVI sean mejores agoreros del futuro. Simple y llanamente, creo que nunca falta quien piense que la luna es de queso, siendo victima de su propia credulidad, pero sobre todo de su hambre. Porque, en estos casos, saber lo quiere oír una persona es muchísimo más importante que darle lo que realmente necesita.
Tampoco digo que el plan sea dar más crédito a un señor que danza en torno nuestro vistiendo un taparrabo o lanzando los huesos de la abuela sobre un tapete, mientras se zampa una botella de aguardiente y profiere sus conjuros en voz alta. Lo que quiero decir es que, sin importar a quién consultemos, siempre será posible conocer nuestro futuro. Pero no ese que nos cuentan de salud, amor o dinero con aparente veracidad, según lleguemos flacos y ojerosos, con cara de tarugos o llevemos en la frente escrita la frase delatora: "Moroso maltratado por la Banca. Mis acreedores me persiguen y me quiero suicidar".
No. Definitivamente, eso no es parte del futuro, sino evidencia clara del presente… De ahí pal'real, no hay magia que nos valga.
Moraleja: Si de verdad desea conocer su futuro para este año, no consulte a nadie. ¡Hágalo usted mismo!
Literatura Coreana en México
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jueves, 1 de noviembre de 2007
martes, 23 de octubre de 2007
Otras caravanas de limpieza...
Amílcar Salazar
amilcarsalazar@yahoo.com
Qué bien que un munícipe de Veracruz haya retirado la discutible estatua de Vicente Fox. Fabuloso que en un basurero de Nuevo León se encontrara la efigie ecuestre de José López Portillo que alguna vez quiso adornar una glorieta.
Ojalá que ahora, en consecuencia, el gobierno de la ciudad de México hiciera lo propio con estatuas, placas y calles dedicadas a señora(e)s de trayectoria muy respetable para sus seguidores, pero que, en estricto honor al mérito patrio o ciudadano, apenas destacaron por ocupar cargos públicos: simples puestos creados para servir... no para servirse.
Quizá resulte mucho soñar, pero uno piensa que tal vez con motivo de las encomiables caravanas de limpieza que el GDF celebra cada domingo, se podría aprovechar para cargar en el carrito naranja con ciertas esculturas que, aparte de endiosar a simples políticos de la era moderna —evidentemente aún no juzgados por la historia, como sería el caso de los héroes—, se aprecian francamente feas:
Ejemplos:
1) La cabeza del Luis Colosio, ex secretario de Desarrollo Social durante la gestión de Carlos Salinas, montada en pleno corredor turístico de Reforma, 2) El busto de un ex regente de cuando ni siquiera se votaba por ellos: Alfonso Corona del Rosal, sobre la Plaza de Insurgentes, 3) La escultura de un señor muy luchón pero que, ni modo, no llegó a ocupar el cargo de Presidente que quería: Manuel Clouthier, sobre Insurgentes Sur, 4) Otra que el lector recuerde.
Sin duda que congraciándose ampliamente con la ciudadanía, el gobierno capitalino se anotaría otra magnífica puntada ordenando cambiar el nombre de todas las calles y colonias que llevan nombres de presidentes, gobernadores, delegados, etcétera. Una decisión polémica, aunque no irrealizable (un vistazo a la Guía Roji permite contar 94 calles llamadas Hank González, 90 López Portillo, 63 Díaz Ordaz, 45 Echeverría, 7 Zedillo, 4 De la Madrid y, al menos una, Fox).
Eso sí, la autoridad no actuaría con la debida imparcialidad si no procediera con las de su partido: Cuauhtémoc Cárdenas tiene dos calles, Rosario Robles y López Obrador una cada quien.
De remate, la utópica caravana barrería también —ojalá para siempre— con las tantas placas donde los caracteres que más brillan son los de los funcionarios que las inauguran (ejemplos: “Virginia Jaramillo”, en plena Zona Rosa; “Dolores Padierna” y “Gerardo Zapata”, sobre avenida Mazatlán, en la Condesa).
En fin... que soñando se puede eso y más.
amilcarsalazar@yahoo.com
Qué bien que un munícipe de Veracruz haya retirado la discutible estatua de Vicente Fox. Fabuloso que en un basurero de Nuevo León se encontrara la efigie ecuestre de José López Portillo que alguna vez quiso adornar una glorieta.
Ojalá que ahora, en consecuencia, el gobierno de la ciudad de México hiciera lo propio con estatuas, placas y calles dedicadas a señora(e)s de trayectoria muy respetable para sus seguidores, pero que, en estricto honor al mérito patrio o ciudadano, apenas destacaron por ocupar cargos públicos: simples puestos creados para servir... no para servirse.
Quizá resulte mucho soñar, pero uno piensa que tal vez con motivo de las encomiables caravanas de limpieza que el GDF celebra cada domingo, se podría aprovechar para cargar en el carrito naranja con ciertas esculturas que, aparte de endiosar a simples políticos de la era moderna —evidentemente aún no juzgados por la historia, como sería el caso de los héroes—, se aprecian francamente feas:
Ejemplos:
1) La cabeza del Luis Colosio, ex secretario de Desarrollo Social durante la gestión de Carlos Salinas, montada en pleno corredor turístico de Reforma, 2) El busto de un ex regente de cuando ni siquiera se votaba por ellos: Alfonso Corona del Rosal, sobre la Plaza de Insurgentes, 3) La escultura de un señor muy luchón pero que, ni modo, no llegó a ocupar el cargo de Presidente que quería: Manuel Clouthier, sobre Insurgentes Sur, 4) Otra que el lector recuerde.
Sin duda que congraciándose ampliamente con la ciudadanía, el gobierno capitalino se anotaría otra magnífica puntada ordenando cambiar el nombre de todas las calles y colonias que llevan nombres de presidentes, gobernadores, delegados, etcétera. Una decisión polémica, aunque no irrealizable (un vistazo a la Guía Roji permite contar 94 calles llamadas Hank González, 90 López Portillo, 63 Díaz Ordaz, 45 Echeverría, 7 Zedillo, 4 De la Madrid y, al menos una, Fox).
Eso sí, la autoridad no actuaría con la debida imparcialidad si no procediera con las de su partido: Cuauhtémoc Cárdenas tiene dos calles, Rosario Robles y López Obrador una cada quien.
De remate, la utópica caravana barrería también —ojalá para siempre— con las tantas placas donde los caracteres que más brillan son los de los funcionarios que las inauguran (ejemplos: “Virginia Jaramillo”, en plena Zona Rosa; “Dolores Padierna” y “Gerardo Zapata”, sobre avenida Mazatlán, en la Condesa).
En fin... que soñando se puede eso y más.
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martes, 2 de octubre de 2007
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