Literatura Coreana en México

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lunes, 20 de agosto de 2007

Terrorismo etílico

Terrorismo etílico
Pedro Lara y Malo
laraymalo@hotmail.com

No cabe duda de que el terrorismo es el mejor amigo del miedo, en especial tras los famosos atentados del 11 de septiembre en Nueva York, lo cual ha elevado el fenómeno a nivel planetario
Antes de tan fatídica fecha, recuerdo que las revisiones en los aeropuertos eran más bien de risa, pues sobre todo buscaban contrabando u objetos prohibidos por las leyes de agricultura o sanidad.

En aquel entonces, por ejemplo, resultaba literalmente imposible entrar a ciertos países armado con una peligrosísima manzana, una letal guanábana, un explosivo melón o incluso hasta unas mortales lonchitas de jamón serrano. Aunque, desafortunadamente, a raíz de la extensión del fenómeno terrorista, las cosas cambiaron de manera sumamente drástica y, por supuesto, en algunos casos se volvieron cosa de locura.

Ahora, para subir a un avión casi le hacen a uno quitarse los pantalones; cosa que no estaría tan mal si muchos no fueran como Dios los echó al mundo debajo de los pantalones vaqueros. Pues, como comprenderán, tampoco es cuestión de andar enseñando las vergüenzas cada vez que uno se ve forzado a tomar un vuelo.

En cualquier caso, lo que sí resulta innegable es que el terrorismo parece haber conseguido su objetivo principal, que es, precisamente, provocar el terror.

Además, y en virtud de los innumerables motivos que lo mueven, éste se ha extendido a casi cualquier parte del mundo; razón por la cual no es extraño que las diferentes organizaciones acusadas de perpetrar actos relacionados con el terrorismo cuenten con la colaboración de individuos de cualquier origen, credo o condición social. Y, paralelamente, sus motivos ya no sean exclusivamente políticos, sino también religiosos, morales y hasta psicológicos.
Bástenos recordar, por ejemplo, que incluso hasta nuestro país se ha visto afectado por la amenaza del terrorismo islámico, por lo menos de manera indirecta, gracias a un aviso atribuido a la organización Al-Qaeda el mes pasado.

Ello no explica, sin embargo, que dicha afectación haya llegado a límites tan absolutamente descabellados, inaugurando una nueva clase de amenaza global en la que hasta nuestros compatriotas se han visto implicados, pero ya no como víctimas, sino como protagonistas.
Porque, sinceramente, ¿cómo se explica uno que, en un vuelo entre Tailandia y la India, un mexicano provocara el aterrizaje forzoso de la aeronave, asegurando ante el resto de los atónitos pasajeros que llevaba encima una bomba, lista para ser detonada? O, dicho de otra manera, ¿qué demonios hacía un elemento de la especie mexican curious , completamente hasta las trancas, ejecutando un acto de presunto terrorismo a 30 mil pies de altitud? Como no sea que alguien le mentara su mamacita en sánscrito o le escondieran su botella de Mezcal del Tío Gumaro, la verdad, ni idea.

Lo peor de todo es que la bromita ahora le puede costar al susodicho hasta quince años de prisión; lo cual me hace sospechar que hubiera sido mucho mejor que se pusiera la misma guarapeta en la cantina al lado de su casa.

Lo anterior nos obliga a pensar si, además de mantenernos en perpetuo espanto, el terrorismo no nos habrá vuelto completamente locos.

¿Seguridad global?, ¿talibanes?, ¿etarras?... ¡No!: un simple charro en ‘estado inconveniente', que a falta de amigos para tirarles el choro, se inconformó acerca de sus frustraciones tirándoles el rollo mareador a unas pobres azafatas.

Aunque, según dicen los rumores más impíos, la mentada bomba estaba compuesta por un simple y repugnante menjurje tailandés, con el que el infortunado llenó su botella de Mezcal del Tío Gumaro: ¡Vaya cruda más larga que le espera!

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