Hay trampas que ya deberían estar oxidadas, pero que aún amenazan al ciudadano que sufre la falta de un empleo ya no “magnífico”, pero al menos... serio y digno. Son anuncios muy conocidos los que se redactan para atrapar incautos.
“AAA. Empleo profesionistas: maestros, médicos, sicólogos, ganen 8 mil pesos por mes, contratación inmediata”, rezan algunas de estas dizque ofertas de empleo; mentiras que se sirven de secciones de anuncios, volantes callejeros, carteles y hasta de tiras de papel que se pegan sobre casetas telefónicas.
Son embaucadores que operan desde sus casas o de obscuras oficinas de barrio populoso, mismas que se esfuman o cambian de nombre apenas logran despojar de ilusiones y de dinero al necesitado. Pero hay otros que ni siquiera se ocultan y actúan desde lujosos pisos del Paseo de Reforma o de Insurgentes Sur.
Son empresas dirigidas por seres labiosos, forjados en aulas de la dianética o del multinivel; individuos que alojan sus intereses detrás de corbatas y papelería pomposa: Grupo de desarrollo corporativo transcontinental, Integración multifacética y humana, etcétera; o de simples siglas con escuditos como de agencia planetaria. Afilan sus anzuelos masticando frases que sacan de la biblioteca de la charlatanería y de la cual abrevan desde “pisco-dinámicos”, “programadores-cerebrales” a “gimnastas mentales”, entre otros.
Montan sus trampas al momento de celebrar presuntas entrevistas de trabajo; sin embargo —como la idea es confundir al interlocutor, angustiarlo y desesperarlo—, llevan la charla hacia alguna de las fachadas del embauco: una beca para tal seminario de desarrollo ejecutivo, un pasaporte para entrar a un proceso interactivo, un galáctico plan de competitividad, etcétera. Cualquier cosa, menos referirse al gancho inicial: el trabajo.
—¿No dejarás perder la oportunidad de ganar tu libertad financiera, la posibilidad de superarte y desbordar tu energía interior? —dicen, entre sonrisas de hielo que el escéptico no imagina cómo es que no se les convierte en carcajada.
Palabrería y musiquita. Juntas y convenciones. Aplausos y abrazos. Manipulación y secuestro del tiempo y necesidad ajenas. Un teatro montado para envolver a aquellos (con un 10% que caiga se dan por bien servidos) que accedan a meterse al saco. Luego, de anuncio en anuncio, los iniciados siguen con la cadenita; un negocio de pocos: los verdaderamente... astutos, quienes pese al discurso de pretensión científica persigue un interés corriente: la venta de juguetes chafas, zapatos chinos, medicinas balín, perfumitos de olor infame, etcétera.
Grotescas “pirámides” y otros estilos comerciales —prohibidos en otros países—, aquí seguimos viéndolos a la vuelta de la esquina, sin que ninguna autoridad tenga a bien leerles a sus promotores otra clase de literatura: leyes, por ejemplo. Un tema que nuestros legisladores también podrían tratar un día, quizá para entretenerse en una de esas tardes en las que se aburren como pavorreales.
Amílcar Salazar
amilcarsalazar@yahoo.com
Literatura Coreana en México
http://www.solareditores.com
jueves, 13 de septiembre de 2007
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